Crítica de “Zona de interés”, de Jonathan Glazer: Cuando acecha la maldad

Otra mirada sobre el más reciente trabajo del director de “Bestia salvaje”, “Reencarnación” y “Bajo la piel” basado en la novela de Martin Amis y ganador de dos premios Oscar: Mejor Película Internacional y Mejor Sonido. Ya disponible en la plataforma de streaming Amazon Prime Video.

Por Vladimir Soriano Galarza

Jonathan Glazer expone el horror en «Zona de interés» sobre todo a través del sonido: las imágenes son de una casa de campo idílica y de la familia que la habita, justo al lado del campo de concentración de Auschwitz. Poco a poco, durante esos primeros segundos se va revelando la vida del comandante Rudolf Höss (Christian Friedel), su esposa Hedwig (Sandra Hüller) y sus hijos, y cómo es su cotidianeidad de hogar acomodado, burgués, mientras se escuchan los desgarradores sonidos de fondo que provienen del otro lado del muro.

A diferencia de otras películas que hablan sobre el Holocausto, aquí nos encontramos ante una familia que es parte de la maquinaria de maldad del nazismo, lo cual podría plantearnos la duda si podemos empatizar con este feliz hogar o si, por el contrario, la convierte en una experiencia aún más inquietante. Sea como fuere, lo cierto es que «Zona de interés» nos pone en un estado mental inusual.

Por supuesto, nosotros como espectadores llegamos a la película, inevitablemente, con una comprensión retrospectiva de ese momento histórico. Todos sabemos cómo terminará y cuál es su lugar en la historia mundial. El film no pierde mayor tiempo en establecer su aberrante escenario, y va de frente con la rutina de la familia Hoss. Una orden superior pone en riesgo la estabilidad del clan y es en esas tensiones en las que nos vamos a centrar en el nivel más “explícito” o, como bien indica el propio Glazer, estamos ante dos películas dentro de una. Quien espere echar una mirada al otro lado del jardín, aquí no la va a encontrar, a menos que esté dispuesto a escuchar.

En efecto, la base del film es su propuesta sonora (no por nada se llevó también el Oscar a Mejor Sonido) y también tiene un trabajo monumental de montaje. La casa de campo -y la historia principal- son ese envoltorio que es una obra de arte en sí misma, y podemos verlo desde todos sus ángulos, con la distancia necesaria que nos ofrecen esos planos generales que predominan en la película.

Esa mirada lejana nos permite ver e interiorizar la imagen completa de esta extraña convivencia. Sin entrar en spoilers, la cereza del pastel es un increíble final, que pensé que podría caer un poco en ser un “sermón” -y aun así no habría minimizado el resto del film-, pero es resuelto con una elegancia que la eleva al estatus de imprescindible.

Aquí otra crítica de Zona de interés, por Cristina Motta

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